Diálogo con Aníbal Ford: ¿Lo que no está en Internet no existe?

Aníbal Ford es escritor, director de la Maestría en Comunicación y Cultura de la UBA y uno de los investigadores más comprometidos que tiene la Argentina. Preocupado por desmitificar el concepto de la aldea global y de “la nueva sociedad de la información”, en sus últimas reflexiones denuncia la existencia de “una brecha digital” que está haciendo que “mucho de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestra memoria, haya sido borrado, está siendo o va a ser borrado”.

El hombre, sexagenario ya y con pelo blanco, entra a la impecable aula de Posgrado con una camisa leñadora que desentona con la formalidad de la mayoría de los presentes. Su relato es pausado, tranquilo y seguro, con una voz ronca producto de largos años de gritar en la nada las terribles consecuencias que la introducción de los avances tecnológicos están generando para la identidad cultural de los países de América Latina.
“La base de mi razonamiento –explica Aníbal Ford– es que mientras por un lado tenemos que investigar, rastrear, discutir, los cambios constantes de las nuevas tecnologías o los temas y problemas que generan, por otro debemos tener en cuenta que esta problemática es sólo parte de la cultura de un 10% o 15% de la población mundial. Que el resto, que el "rest of the world" como diría la revista Colors de Benetton/Mondadori, casi el 80% de la población mundial, no participa de estas preocupaciones o discusiones, salvo en los sectores económicamente más altos de los llamados eufemísticamente `países en vías de desarrollo´.
Digo esto en el marco de una brecha social, económica, pero también infocomunicacional y cultural que se ha duplicado en los últimos 30 años, con tendencia a seguir creciendo”.

La falacia de la democracia informativa
La profundidad de razonamiento de Aníbal Ford parece no tener límites. Relaciona los hechos más diversos con situaciones globales, y a la vez locales, que hoy forman parte de esta nueva “sociedad de la información”, señalada por muchos como el inicio de una “nueva era” (Tercera Ola, dirían los Toffler) que va a traer la solución a todos los problemas gracias a la democratización de la información.
Y aquí es donde rápidamente Aníbal Ford pone la mirada y da la puñalada que hiere de muerte a este paradigma: “la sociocultura de nuestro tiempo no puede explicarse sino se tiene en cuenta que las diversas "industrias de lo simbólico", de la informática a la producción audiovisual, constituyen uno de los ejes centrales de la masa crítica de la economía mundial. Y también uno de sus soportes: sin las llamadas nuevas tecnologías no podrían entenderse el complicado y oscuro juego del capitalismo financiero internacional. Como también las nuevas formas de control social, identificación y espionaje, ni la presencia de los "grupos de inversión" en la comunicación y la cultura contemporáneas que han dado una vuelta de tuerca a la transformación en mercancía de todo tipo de práctica social crítica.

Borrar nuestra cultura
Para Ford, “esta situación de América Latina es claramente crítica. Y se acentúa con la generalización del uso de las nuevas tecnologías en los sistemas escolares, laborales y e institucionales en general. La masa de software, de información, de sistemas que hoy mueve el mercado internacional desplaza, muchas veces groseramente, no sólo la cultura o la sociocultura de los países pobres (basta analizar una enciclopedia en CDRom para comprobar esto) sino los posibles y adecuados ingresos de las nuevas tecnologías en sus proyectos y sistemas de vida, en el perfil de –como diría Herbert Schiller– "la información socialmente necesaria" que necesitan para sobrevivir. Si "lo que no está en Internet no existe" como a veces dice el despiadado marketing de la red, la conclusión es que mucho de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestra memoria, de los conocimientos sobre nuestros recursos, de aquello que precisamos no sólo para recordar sino para salir de la crisis, ha sido borrado, está siendo o va a ser borrado. En que esto no suceda está el centro de nuestro trabajo. O de nuestra pelea”.